Mittwoch, 22. Februar 2012

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Petros, un compañero anarquista que vive en el barrio de Exarjia, salió de su casa para ir a la manifestación del domingo 12 de febrero en Atenas. Ya fuera del portal, se le acercaron unos tipos sin uniforme, que no se identificaron, y le pidieron la documentación. Es una práctica común en Grecia -ilegal, pero muy común- que la policía secreta se coloque en las esquinas de las calles que rodean el lugar donde se ha convocado la manifestación para identificar y registrar a quien les parezca oportuno, y si algo les resulta sospechoso, o si reconocen a algún militante político, lo llevan a comisaría para comprobar sus datos -los mismos datos que muestra el carné que acaban de ver- y lo retienen hasta que la concentración ha concluido. No está detenido, le dicen, pero de momento no puede marcharse. El día 12 la técnica fue más sofisticada y amedrentadora: como en el caso de Petros, la policía esperó a muchos compañeros en los portales de su casa poco antes de la manifestación para llevárselos directamente a comisaría. Los dejaron marchar a las diez y media de la noche.

Eleni trabaja en una empresa de informática. Cobra el salario mínimo, más algún plus por tener título universitario y por antigüedad, unos 700 euros, que es un buen sueldo tal y como están las cosas. A partir del mes que viene cobrará un 20 % menos gracias a las medidas que la Troika ha impuesto para "solucionar" los problemas económicos del país. Puede considerarse afortunada. Muchos trabajadores llevan sin cobrar más de seis meses, y los jubilados ven cómo se reducen cada vez más sus pensiones, por no hablar de los que ni siquiera tienen trabajo. Además, se han anulado los convenios colectivos y se ha liberalizado el despido, más o menos las mismas medidas adoptadas por el gobierno español y otros gobiernos europeos. Día a día, vemos aumentar una nueva clase social, la de los "nuevos pobres". Los carritos de la compra han pasado a formar parte del paisaje urbano, entre los coches mal aparcados y las aceras llenas de socavones, pero para lo que se utilizan ahora es para transportar lo recaudado entre la basura, en el mejor de los casos metal o papel.

Dimitris, un titulado universitario que trabaja de camarero, tenía que operarse de los ligamentos de la rodilla. En este país, cuando se va al médico, se sabe que te pueden pedir un "sobrecito". El sobrecito en cuestión es una propina para que el médico te trate mejor y cuanto antes. En el caso de una operación seria, la propina puede ascender a varios miles de euros. Pero Dimitris no estaba dispuesto a pagar sobornos. Le tocó esperar más de un año, porque siempre había algún alma espléndida que pasaba por delante de él en la lista de espera. La cosa pública en Grecia ha gestionado los recursos de manera completamente corrupta y ha creado una abultada casta de funcionarios colocados buena parte de ellos a dedo por los dos partidos que se han alternado en el gobierno, PASOK y Nea Dimokratía. Es público y notorio que el apoyo electoral o político a cualquier nivel suele recompensarse con un puestecito público para el niño o la niña. Así las cosas, cuesta creer que los miles de empleados públicos que serán despedidos en este país, siguiendo las indicaciones de la Troika, vayan a ser precisamente los enchufados de todos estos años. Por otra parte, si los servicios sociales ya funcionan mal, difícilmente pueden funcionar mejor aplicándoles la tijera.

Lukás Papadimos, antiguo vicepresidente del Banco Central Europeo, es desde el pasado mes de noviembre el primer ministro. Nadie lo ha votado, y no es de extrañar, puesto que nunca se ha presentado a unas elecciones. Encabeza un gobierno de coalición, o de salvación nacional, como dicen por aquí, que tiene por misión firmar todas las leyes que los organismos financieros precisan para saldar una deuda cuya legitimidad cabría cuando menos cuestionarse. En la antigua Roma, en periodos críticos y con carácter estrictamente temporal, se designaba a una magistratura para dirigir la República. Pero se la llamaba dictadura. A estas alturas sería ingenuo esperar que se llamara a las cosas por su nombre. Llaman "flexibilidad laboral" a la pérdida de derechos, "moderación salarial" a la reducción de los sueldos, y "salida y entrada" al despido.

La Troika chantajea pidiendo que, gane quien gane las próximas elecciones, sigan vigentes las medidas que acaban de firmarse. En caso contrario, no entregará los 130 mil millones de euros, dinero que, por otra parte, sólo servirá para rescatar a los bancos y que ni siquiera entrará en Grecia. Decían por aquí que las elecciones serían en febrero. Después, que en abril. Pero en abril es muy difícil que se celebren elecciones, y más ahora, cuando las encuestas pronostican el descalabro de los partidos que participan en el gobierno. El mayor derrotado sería el PASOK, que sólo obtendría en torno a un 13 % de los votos. Ya se sabe: tenemos democracia y libertad siempre que nuestros deseos y nuestros votos se ajusten a los deseos de los de arriba. ¿Y si no? Si no, ya encontrarán la forma de meternos en vereda. Por la Libertad y la Democracia, claro. Claro.

Con estos ingredientes y algunos otros se prepararon buena parte de los cócteles molotov que ardieron el pasado 12 de febrero en las calles de Atenas. El estallido fue generalizado. Los incendios y los destrozos se extendieron por toda la ciudad, de modo que parece imposible que los llevara a cabo exclusivamente un grupo de encapuchados. Podía verse a señoras de cierta edad quemando contenedores para que no pasara la policía motorizada atropellando y golpeando a la gente, a ciudadanos completamente normales diciendo que había llegado la hora de quemarlo todo, que ya nos habían quemado la vida y que no había otra. Pasaron horas respirando gases lacrimógenos, intentando evitar que la policía dispersara la manifestación.

Grecia está en pie de guerra social y seguirá estándolo. El gobierno no tiene legitimidad. Las huelgas y las ocupaciones de ayuntamientos y edificios públicos se multiplican. Pero la conciencia política debería extenderse a una población mucho más amplia, no limitarse a la protesta por haber perdido las migajas de ayer (migajas que, dicho sea de paso, ya empiezan a parecer un festín). Puede que en un momento dado todo colapse, con bancarrota oficial o no, y en ese caso será indispensable tener respuestas. La vía estatal no vale, porque el Estado es, por esencia, represor y corrupto. A la empresa privada se le ha allanado el camino hasta tal punto que el trabajo se parece cada vez más a la esclavitud. Así las cosas, la única alternativa es la autogestión. En Grecia se multiplican las experiencias de este tipo. Mucho está aún por hacer, muchísimo, pero día a día surgen nuevas cooperativas de trabajadores sin jefes, cafeníos y tiendas, servicios de mensajería, talleres de muebles y cooperativas de alimentos que funcionan de manera horizontal. Se han creado redes de intercambio de productos y de servicios, y en algunos casos se ha puesto en marcha una moneda alternativa. Algunos productores agrícolas han abandonado el comercio convencional y se han unido a grupos de consumidores para funcionar sin intermediarios. En Tesalónica, en Kilkis y en diversos barrios de Atenas se han abierto ambulatorios sociales, es decir, edificios ocupados que pasan a ser gestionados por médicos y en los que la consulta es gratuita, iniciativa importante ahora que muchas personas han perdido la seguridad social tras meses sin cotizar. Se organizan cada vez más cocinas colectivas, que van tomando forma de comedores sociales, grupos de profesores que dan clases de apoyo gratis, asambleas de barrio y muchas otras propuestas. Pero el camino es largo y queda mucho por hacer. Esperemos que dé tiempo a fortalecer estas repuestas antes de que llegue lo que se nos viene encima.
Chemi Espinosa
 Fuente: Blog Atea y Sublevada

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